El deporte se ha consolidado como una herramienta fundamental para la prevención y el tratamiento del cáncer de mama. En los últimos años, la ciencia ha demostrado que la actividad física regular no solo reduce el riesgo de desarrollar esta enfermedad, sino que también mejora significativamente la calidad de vida de quienes están en tratamiento o recuperación.
La práctica deportiva fortalece el sistema inmunológico, regula el peso corporal y equilibra los niveles hormonales, factores clave en la prevención del cáncer de mama. Diversos estudios han encontrado que las mujeres que realizan actividad física moderada de forma regular pueden reducir hasta en un 20% las probabilidades de desarrollar la enfermedad. Además, el deporte ayuda a reducir la inflamación y a mejorar la respuesta del cuerpo frente a posibles células malignas.
Para quienes ya han sido diagnosticadas, el ejercicio también juega un papel crucial. Durante el tratamiento, el deporte contribuye a mitigar los efectos secundarios de la quimioterapia, como la fatiga, y mejora el estado anímico. Además, las pacientes que mantienen una rutina de ejercicio adecuada tienden a recuperarse más rápido, con una mejor movilidad y menos riesgo de recaídas.
Entre las disciplinas más recomendadas se encuentran caminar, nadar, yoga y el entrenamiento de fuerza moderado. Estas actividades, además de mantener el cuerpo en movimiento, generan un impacto positivo en la salud mental, combatiendo el estrés y la ansiedad, emociones que muchas veces acompañan el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama.
El deporte, en definitiva, no solo es una herramienta de prevención, sino también una verdadera «medicina» que acompaña a las mujeres en su lucha contra el cáncer de mama, brindando una mejor calidad de vida y esperanza.